Por José Sobrevilla
En la mañanera de hoy miércoles 22 de junio, un compañero reportero le llevó al presidente la pregunta de un niño de diez años quien pidió le preguntara si cuando era niño se habría imaginado que llegaría a ser presidente. Cuando llegó a este punto, llamó la atención porque a las 10 am tenía que presidir la apertura de instalaciones y archivos militares a la Comisión de la Verdad y esclarecimiento histórico por hechos ocurridos entre 1965 y 1990 en la Glorieta de las Águilas, Brigada de Fusileros Paracaidistas del Campo Militar No. 1 en Avenida del Conscripto, esquina 27 de abril, en Naucalpan de Juárez, Estado de México.
Ya había dado por terminada la conferencia de prensa, pero el reportero le gritaba que ya había cancelado dos veces su boleto de regreso a Chiapas, y fue así que el presidente accedió a otorgarle el uso de la voz.
… Y de lo que te dijo el niño, respondió el presidente, “yo estaba estudiando el cuarto año en Tepetitán. Mi escuela se llamaba ‘Marcos E. Becerra’, un historiador y lingüista tabasqueño-chiapaneco de primera. Entonces, mi pueblo tenía la fortuna de contar con escuela completa, de seis grados, porque en ese entonces eran multigrados las escuelas, un maestro, dos maestros daban los seis grados. Entonces, yo estaba estudiando cuarto año.
Dos años antes empezaron a llegar los libros de texto, que se entregaron durante la presidencia de Adolfo López Mateos. Por eso lo respeto mucho, un gran presidente, sólo tuvo una o dos manchas, pero por lo general hizo cosas muy buenas. Una mancha, sobre lo del asesinato del gran dirigente campesino Jaramillo (Rubén), y de su familia. Y otra, pues fue también el meter a la cárcel a algunos dirigentes de oposición.
Pero hizo cosas extraordinarias, mucho desarrollo económico, la economía durante su gobierno creció al 6% anual. En todo el periodo neoliberal el promedio de crecimiento fue de 2%, y a mí me ha tocado una situación todavía peor, porque se nos cayó la economía con la pandemia, pero espero que nos recuperemos en estos dos años que nos faltan. Pero fue muy buen presidente.
Recuerdo con mucho cariño a mis maestras, a mis maestros. No pensaba en ser presidente, pero era yo muy feliz, muy feliz, muy feliz.
Usábamos zapatos nada más para ir a la escuela, porque en el trópico, en Tabasco, pues antes, aunque se tuviese para comprar un par de zapatos… Nosotros por lo general estrenábamos en la fiesta de agosto, nos compraban nuestro par de zapatos, y no lo aguantábamos mucho porque nos hacían ampollas, entonces se iba con zapato a la escuela. Pero no se usaban mucho por el calor, uno siempre andaba descalzo, siempre, y también sin camisa.
Así es el trópico, es que allá los verdes se amotinan y los ríos se desbordan y con el calor brota la ruda franqueza, todo es así, pasión. Entonces, llegábamos de la escuela y dejábamos los zapatos, y al campo, y en las tardes a jugar béisbol, desde niño, y muy felices, muy felices, muy felices. Y no había televisión, empezaban los radios. Lo que sí escuchábamos eran las narraciones de las peleas de box, los juegos de béisbol, eso sí.
…Hasta ‘el Mago’ Septién −continuó emocionado el presidente−, que era un buen cronista deportivo, lo conocí al ‘Mago’, ya grande, Buen narrador; además, una enciclopedia en béisbol. Claro que cuando escuchaba uno de que ‘el Mago’ decía que era una tremenda línea a lo mejor no era así, era un globito.
Pero estaba uno pegado a la radio… Y luego las radionovelas en la mañana, al mediodía y en la tarde. Por ejemplo, al mediodía, a la 1:00 pm “Kalimán”, ya después supe que era Pelayo. ¿Cómo se llama? “Luis Manuel” le responden los mañaneros.
Luis Manuel Pelayo señala el presidente. ‘Serenidad y paciencia —diría Kalimán—. ¿Cómo es? mi querido Solín’. ‘Mi pequeño Solín’ le vuelven a corregir los compañeros. Sí, mi pequeño Solin, repite el presidente.
…Y hablando de Nuevo León, El ojo de vidrio, Se escuchaba mucho la radio de Monterrey hasta Tabasco. O sea, muy feliz. Y el río, a bañarse al río, a nadar en el río. Entonces, no imaginaba (que sería presidente).
Y ya cuando terminé la primaria, como no había secundaria, me fui a estudiar la secundaria a Macuspana, a la cabecera municipal, y luego la preparatoria en Villahermosa y la universidad aquí en la UNAM, en Ciencias Políticas, y también muy feliz.
Aquí fue ya donde afiancé mis ideas en favor de la justicia, pero quién me influyó mucho fue un maestro de secundaria, siempre lo platico, todavía vive mi maestro Lara Laguna. Nos daba clases de civismo. Y en ese entonces se llevaba un libro que se llama “El buen ciudadano”, y en primer año era verde, en segundo blanco y en tercero rojo, los colores de la bandera.
Y mi maestro Rodolfo Lara Laguna, era originario de Morelos, además de maestro había participado en movimientos sociales y se formó como maestro, daba clases en la secundaria federal y al mismo tiempo estudiaba derecho cuando el movimiento del 68. Y me tocó ver a mi maestro en huelga de hambre en esa lucha, y luego lo encarcelaron.
Pero ese maestro se salía del libro y nos contaba cosas interesantes. Nos platicaba que cuando vino el presidente Kennedy con su esposa, la señora Jaqueline, ellos coreaban: ‘Jaqueline sí, Kennedy no’, imagínense, yo en segundo de secundaria escuchando esas cosas. Y así muchas otras. Y luego, cuando ya entro a la prepa me tocan buenos maestros y libros, que son importantísimos. Por eso lo que hace Beatriz, del Fandango de la lectura es importante, porque un libro, la lectura de un libro puede significar el despertar de una consciencia.
En la preparatoria los libros de historia, de la revolución, de don Jesús Silva Herzog me marcaron, fueron importantes. Y luego ya libros que tienen que ver con la filosofía, como El hombre mediocre, de José Ingenieros, y otros.
Y ya en la universidad, en Ciencias Políticas, imagínense. Era una época extraordinaria de la ciencia social. Además, me tocó el tiempo en que llegaron muchos maestros, por los golpes de Estado en América Latina, maestros uruguayos, chilenos, argentinos. Me tocó algo fuertísimo en el primer semestre. Analizamos con el libro “El Estado y la revolución”, de Lenin, el gobierno del presidente Allende, esto en 1973. Y antes del golpe llegamos a la conclusión en el grupo con el maestro que iba a haber un golpe. Raúl Olmedo, el maestro, que debe estar por ahí todavía. Y se dio el golpe en el 73, en septiembre. Y yo vivía en la Casa del Estudiante Tabasqueño y en el pizarrón pusimos una proclama, un manifiesto, una protesta, y nos dolió muchísimo. Y eso también me marcó, porque Salvador Allende era un dirigente político, progresista, democrático y pacifista.
Y digo Salvador Allende porque no ha muerto, las ideas no mueren; entonces, no merecía perder la vida, nunca quiso luchar con las armas. Fue varias veces candidato, hasta que por la vía democrática llegó a la Presidencia, nada más que el conservadurismo no soportó los cambios que llevó a cabo, y hubo también intervencionismo extranjero, eran otros tiempos, y por eso lo llevaron a la muerte.
Fue muy interesante porque me tocó ir a Chile después con la presidenta Bachelet, que le agradezco mucho porque me recibió siendo yo opositor y fui a la Moneda, al Palacio y quise ir a la oficina, al despacho del presidente Allende y fui, me llevaron. Pero los carabineros, que tienen una formación muy distinta a la formación que tienen los militares de México, son muy conservadores, como pedí ir a ver el despacho del presidente Allende, no les gustó y entonces iban mal encarados; entonces, ya cuando entré, para que se les descompusiera un poco más la cara, grabé un mensaje y acusé a la dictadura del asesinato y lo subí.
Y ahora me da mucho gusto que esté Boric. Cómo han cambiado las cosas ¿no? Por eso no hay que perder la fe nunca en los pueblos, confiar mucho en la gente, en la consciencia de los pueblos, como la gente sabe quién los representa con lealtad, con dignidad, quién respeta al pueblo, quién quiere al pueblo y eso a veces a los políticos corruptos y tradicionales se les olvida, porque menosprecian a la gente, y no, el pueblo es sabio.
Esta es opinión personal del columnista
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