Naolinco, Ver.- Para Misael Olivares Monterde
… y para sus primos también.
In memoriam
Nació en la región veracruzana del Mictlantecuhtli, ahí en San Marcos Atexquilapan, muy cerquita de Naolinco, donde confluyen los cuatro puntos cardinales. En esta bella región cada noviembre, monumentales ofrendas y rituales reciben a los viajeros del más allá… ¿Quién le iba a decir a Misael que, por un viaje tras frontera, por buscar una mejor vida, en próximo habitaría la región infinita del Mictlán?
Misael era inquieto; tal parecía que sus ojos siempre veían lo bueno de las cosas. No tenía muchos recursos económicos pero irradiaba estilo para vestir, sus pantalones zurcidos por él mismo a mano, ceñían su cuerpo para estar a la moda… para envidia de algunos diseñadores. El ignoraba que aquella adaptación más que mostrar falta de recursos denotaba su gusto por la estética. Llegaba todos los días con su sonrisa, entre melancólica y alegre; tenía un gran sentido del humor y a toda adversidad le daba salida con un chiste, ante el cual todo el grupo reía.
Una vez nos pusimos a realizar un armario de madera a base de rejas y triplay para la clase de Tecnología; no tenía manera de comprar los materiales, pero con tenacidad hizo lo posible por conseguirlos y le quedó muy bonito. Esa actitud demostraba su carácter resuelto: Él vio cómo, pero lo logró.
Escribir de San Marcos Atexquilapan y su gente es tal vez redundar sobre ese México que sobrevive a base de esfuerzo; las personas de ahí poseen un carácter bien definido, son trabajadores, honestos, conservan un alto sentido de la dignidad y son muy ahorradores. Una vez, por olvido, dejé sobre mi escritorio un billete ¿Y cuál fue mi sorpresa? Nadie lo tocó; al contrario, me dijeron: -Maestra, dejó su dinero en el salón.
Cuando llegué por primera vez, en el camino me encontré con un puente donde fluía un rio que, andando el tiempo, se ha contaminado. Más adelante empieza un bello camino empedrado y al costado la imagen de la Virgen de Guadalupe adaptada a una piedra.
¡Qué creatividad!
San Marcos Atexquilapan, el de Misael y sus primos, es un lugar de profundas y arraigadas tradiciones; cada año se celebra al santo patrono, San Marcos, y el sincretismo cultural es un hecho consumado, para empezar en su propio nombre. En la iglesia un enorme cuadro muy antiguo de la Virgen de Guadalupe sobrevive a los estragos del tiempo y el altar festivo está dedicado al santo patrono.
Durante la fiesta ellos representan artísticamente danzas, rituales, caminatas y la Loa, una representación teatral dirigida por el hombre más respetado y honorable del pueblo. Todas sus costumbres están llenas de colorido; de acuerdo con sus posibilidades hay trajes tradicionales, máscaras, comida y objetos. Ahí me encontré un ejemplar del Cancionero Veracruzano, recopilación de leyendas realizada por Alberto Espejo, catedrático de la Facultad de Letras Españolas, de la Universidad Veracruzana, ejemplar que conservan como una preciada reliquia.
Ahí donde creció Misael es un pequeño pueblo con una identidad laboral bien definida; su cercanía con Naolinco le ha permitido a su gente dedicarse a la zapatería artesanal. Uno recorre San Marcos y puede observar que a cuál más tiene, en su propia casa, un taller de zapatos.
Esa es la parte mágica y bella. Atrás de todo eso… prevalece el abandono: Si bien llegan los apoyos sociales y de salud, ellos requieren algo más. Tal vez, programas que les permitan mejorar sus procesos productivos encaminados hacia la calidad de sus productos, a organizarse, de manera permanente y no itinerante, darles a conocer estrategias de comercialización, porque poseen desde niños el conocimiento de la calidad de las pieles, cómo tratarlas, cómo armar los zapatos; sin embargo, ese conocimiento se ve frustrado por la paga ínfima de ese trabajo artesanal.
Una vez organizamos en la escuela un taller de zapatos miniatura; estaban emocionados y cada uno aportó su creatividad. A uno de ellos la horma superior de las pequeñas botas, le quedó muy ancha y optamos por usarlas como base para vasos tequileros. Meses después vi que en Naolinco ya las vendían…Y es que esta gente es comerciante e inquieta por naturaleza; basta darse una vuelta por las colonias Revolución y Carolino Anaya para darse cuenta de las zapaterías que de sanmarqueños existen. Otra vez llevé una muestra de zapatos españoles hechos a mano, se llaman Hispanitas y son muy cotizados por su valor artesanal; los chamacos inmediatamente me dijerosn que no era difícil hacerlos, pero no contaban con la herramienta para los detalles finos.
Ese es el San Marcos de Misael, con sus claroscuros, pero con una arraigada vocación de trabajo; ellos conocen el oficio de hacer zapatos, les falta técnica, ideas de comercialización y conocer procesos de calidad u oportunidades para desarrollar sus propios negocios… en fin. Generalmente esas son las causas por las que jóvenes como Misael se van a buscar trabajo bien remunerado a Estados Unidos, con ilusiones, como dijeron sus papás: —-“Para componer su casa y comprar un coche”… seguro con el sueño de transportar y salir a vender sus productos. Hoy Misael ya se nos fue en busca de sus afanes. Ojalá de algo sirva tu ausencia Misael, ojalá que algún día en un noviembre cualquiera, en un Todos Santos, retornes a tu tierra desde allá, desde el Mictlán, y entonces veas con ojos más alegres que las cosas han mejorado y que los tuyos son reconocidos por lo que verdaderamente valen.
Hasta siempre Misael.
Por Guadalupe Mayeli Castillo Morales (Tomado de su cuenta de Facebook)