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Con información de Infobae | Italia. | 02 Sep 2025 - 08:39hrs
A siete mil metros de altura, en la gélida frontera entre Kirguistán y China, un grupo de alpinistas se encontraba en uno de los escenarios más implacables del planeta: el Pico Pobeda, cuya silueta blanca se recorta sobre el Tian Shan. Fue allí donde Luca Sinigaglia, alpinista milanés de 49 años y experimentado en tales hazañas extremas, encontró la muerte al intentar salvar a su compañera de escalada, la rusa Natalia Nagovitsyna.
Según informan desde el medio italiano Il Messagero, el episodio comenzó el 12 de agosto, durante el descenso tras un intento de cumbre. Una caída dejó a Nagovitsyna con la pierna fracturada y sin posibilidades de avanzar. Sus compañeros - Sinigaglia, Roman Mokrinsky y Gunter Siegmund - permanecieron junto a ella, estableciendo un campamento de altura algo más abajo con sus sacos, alimentos y demás material de supervivencia para resistir las temperaturas extremas. Además, su radio estaba dañada y la incertidumbre empezó a pesar tanto como el frío. Durante los días siguientes, los tres ascendieron varias veces al punto en que se encontraba Natalia para llevarle suministros y hacerle compañía.
Luca perdió la vida por un edema cerebral
El tiempo en las alturas empezó a castigar a todos. Sinigaglia y Siegmund ascendieron de nuevo para asistir a Nagovitsyna el día 13, entregándole agua y gas, pero a tales alturas, cada travesía lleva al cuerpo al límite. Finalmente, el 15 de agosto, cuando Sinigaglia intentaba de nuevo asistir a su amiga, el desgaste y la altitud hicieron mella en su organismo. Fue un edema cerebral, según los reportes procedentes de medios locales y especialistas, lo que, agravado por congelaciones, le hizo perder la vida en ese último ascenso. Su cuerpo permanece en una cueva de hielo a casi 7.000 metros de altura, inalcanzable incluso para los equipos de rescate. Siegmund, por su parte, tuvo que ser hospitalizado por el esfuerzo.
El 16 de agosto, un helicóptero Mi-8 con seis rescatistas intentó desplegarse sobre el glaciar en busca de Nagovitsyna, pero el clima cerró cualquier oportunidad: la aeronave aterrizó de emergencia a 4.600 metros y el propio equipo rescatista acabó herido y evacuado a Karakol, de acuerdo con lo publicado por la periodista Anna Piunova en mountain.ru.
El 19 de agosto, la esperanza cobró forma de dron: el aparato, enviado por el Ministerio de Defensa kirguís, sobrevoló la zona y confirmó que la alpinista rusa seguía con vida, aunque aislada y expuesta. El mismo día, un nuevo grupo de rescatistas recorría la montaña, superando los 5.800 metros con la mirada puesta en los 6.400, alentados por una mejora transitoria del tiempo. Ningún herido había sido rescatado antes en Pik Pobeda a esas alturas, según Piunova; la operación se transformó en una carrera feroz contra el frío, la hipoxia y el agotamiento.
En 2021, Natalia Nagovitsyna se enfrentó a la muerte de su esposo, Sergej, en la vecina cima del Khan Tengri. Permaneció junto a él hasta el final, a pesar de las súplicas de los rescatistas. Según cuenta Patrizia, hermana de Luca, “se conocieron hace cuatro años en Kazajistán. Ella estaba con su marido y Luca los encontró en plena subida. Los vio en dificultades, así que decidió no continuar y se quedó para asistirlos. Consiguió llevar a Natalia al campamento base, aunque su esposo no pudo salvarse. Siguieron manteniendo el contacto y compartiendo cimas en distintas partes del mundo”.
La historia se repitió en Pik Poveda. Sinigaglia se negó a dejar a Nagovitsyna sola. Ahora, su cuerpo se conserva intacto en una cueva de hielo. El operativo internacional, comandado por expertos como Michele Cucchi, el piloto Manuel Munari y Mario Sottile, queda a la espera del buen tiempo para intentar el rescate de Natalia y, si es posible, la recuperación del cuerpo de Luca.
La embajada italiana en Astana y el consulado en Bishkek coordinan en contacto permanente con autoridades locales. Nagovitsyna sigue esperando, desafiando los límites humanos, mientras los rescatistas y la comunidad internacional mantienen los ojos fijos en los ventisqueros del Pobeda, esperando un desenlace distinto al que ya se llevó la vida de Sinigaglia.