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Muere Claudia Cardinale, musa del cine europeo y símbolo de libertad

Con información de Excélsior | Francia | 23 Sep 2025 - 22:08hrs

La actriz Claudia Cardinale, una de las grandes musas del cine europeo del siglo XX, falleció este martes a los 87 años en Nemours, cerca de París, donde residía desde hace décadas. La noticia fue confirmada por su agente, Laurent Savry, quien aseguró que la intérprete francoitaliana murió “junto a sus hijos”, dejando atrás una carrera de casi 150 películas y un legado imborrable en la historia del cine.

Nacida el 15 de abril de 1938 en La Goulette, Túnez, de madre francesa y padre siciliano, Claudia Cardinale —cuyo nombre real era Claude Joséphine Rose— comenzó su carrera casi por accidente. A los 17 años, un concurso de belleza al que ni siquiera se había inscrito cambió su destino: fue coronada “La italiana más bella de Túnez” y viajó al Festival de Venecia, donde su presencia causó sensación.

En sus primeras entrevistas reconoció que no quería ser actriz. “Era mi hermana la que soñaba con el cine, pero me insistieron tanto que mi padre terminó por aceptar”, confesó años después. Sin embargo, lo que comenzó con escepticismo se transformó en una de las trayectorias más icónicas del cine europeo.

Una estrella forjada en silencio
El inicio de su carrera estuvo marcado por el silencio: su voz era doblada en italiano debido a su acento, hasta que Federico Fellini le pidió usar su voz real en 8 ½ (1963). Esa película, junto con El Gatopardo (1963) de Luchino Visconti, donde compartió pantalla con Alain Delon y Burt Lancaster, consolidó su estatus como una figura imprescindible del cine de autor.

A los 19 años, la vida personal de Cardinale dio un giro trágico tras quedar embarazada a raíz de una violación. Dio a luz en secreto en Londres y, por presión de su entorno, presentó a su hijo Patrick como su hermano menor durante varios años. Esta difícil etapa la marcó profundamente, pero también reforzó su decisión de forjarse una vida independiente en la actuación.

Musa de Visconti, Fellini y Leone
Cardinale fue dirigida por grandes nombres como Visconti, Fellini, Sergio Leone, Blake Edwards y Henry Hathaway. En Rocco y sus hermanos (1960), La pantera rosa (1963), Érase una vez en el Oeste (1968) y Sandra (1965), mostró un rango interpretativo que la alejaba del simple estereotipo de belleza mediterránea.

De cabello oscuro y mirada penetrante, supo reinventarse en cada papel, ya fuera como aristócrata siciliana, viuda del Oeste americano o heroína del cine de aventuras. Su negativa a mudarse a Hollywood no impidió que su talento fuera reconocido en todo el mundo, ni que se convirtiera en un ícono del cine europeo.

A lo largo de su carrera fue premiada con el León de Oro en Venecia (1993) y el Oso de Oro honorífico en Berlín (2002), además de recibir el reconocimiento del público en festivales de todo el mundo.

Un legado de libertad y dignidad
Fiel a sus convicciones, Cardinale siempre se mantuvo lejos de la cirugía estética y abogó por la integridad de las actrices jóvenes. “No acepten cualquier papel si sienten que las desvaloriza”, aconsejó en más de una ocasión.

Durante casi 30 años fue pareja del director Pasquale Squitieri, con quien tuvo una hija y rodó una decena de películas. Él fue, según sus propias palabras, “el único gran amor” de su vida.

Hoy el mundo del cine despide a una actriz que nunca buscó ser estrella, pero terminó iluminando la pantalla con una fuerza única. Claudia Cardinale no solo fue un rostro inolvidable, sino una voz firme y coherente dentro y fuera del set. Su partida deja un vacío en la historia del cine, pero también una inspiración eterna para nuevas generaciones de intérpretes.

La muerte de Claudia Cardinale marca el fin de una era dorada del cine europeo. A lo largo de su trayectoria, participó en más de 140 producciones cinematográficas, abarcando desde películas de autor hasta grandes superproducciones internacionales. Su última aparición en pantalla fue en la cinta The Island of Forgiveness (2021), una coproducción tunecina dirigida por Ridha Behi, que representó un retorno simbólico a su país natal.

Claudia Cardinale fue también una activa defensora de causas sociales. Desde 1999 fue Embajadora de Buena Voluntad de la UNESCO, donde trabajó en campañas a favor de los derechos de las mujeres y la educación en África del Norte y Medio Oriente. En diversas entrevistas declaró que “la libertad ha sido siempre el hilo conductor de mi vida”.

A pesar de su negativa a establecerse en Hollywood, Cardinale sí trabajó en varias producciones estadounidenses, entre ellas The Professionals (1966) junto a Burt Lancaster y The Pink Panther (1963) con Peter Sellers. Sin embargo, su decisión de permanecer en Europa respondió a su rechazo a los estándares de la industria norteamericana y su deseo de conservar una carrera artística más autónoma.

La historia de su maternidad oculta se mantuvo en secreto durante casi dos décadas. No fue sino hasta mediados de los años 80 que Cardinale reconoció públicamente a Patrick como su hijo. Este hecho ha sido citado en estudios feministas como un ejemplo de las presiones sociales y profesionales que enfrentaban las actrices en el cine europeo del siglo XX.

Su papel en Érase una vez en el Oeste (Once Upon a Time in the West, 1968), dirigida por Sergio Leone, es considerado por la crítica como una de las actuaciones femeninas más complejas del spaghetti western. En ese filme, interpretó a Jill McBain, un personaje que rompe con los arquetipos pasivos del género. El propio Leone afirmó en una entrevista que “Cardinale era la única capaz de sostener un papel tan fuerte sin perder feminidad”.

El Instituto Luce Cinecittà, la institución pública italiana encargada de preservar el patrimonio cinematográfico del país, anunció que rendirá un homenaje póstumo a Cardinale con una retrospectiva de su obra en Roma a finales de 2025, incluyendo material inédito de archivo, fotografías personales y entrevistas.