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Tepehuas celebran a sus fieles difuntos en el Museo Nacional de Antropología

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Noreste | Ixhuatlán de Madero | 28 Oct 2025 - 09:54hrs

Las ánimas de los difuntos de la comunidad lhima’alh’ama’ (tepehua) de Pisaflores, Ixhuatlán de Madero, Veracruz, se reencontraron con sus seres queridos en el Museo Nacional de Antropología (MNA), en medio de una vibrante ofrenda de Día de Muertos.

Esta emotiva ceremonia, conocida como Santoro por el pueblo tepehua de la región Huasteca, combina flores, copal, comida, bebida, sones, danzas y el alegre ritmo del huapango, como una profunda muestra de su concepción de la vida y la muerte.

La ofrenda, que ya es una tradición en el recinto museal del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), fue inaugurada en el patio central y estará disponible hasta el 2 de noviembre de 2025. Está dedicada a la cultura lhima’alh’ama’, cuya lengua pertenece a la familia lingüística totonaco-tepehua.

El subdirector de Etnografía del MNA, Arturo Gómez Martínez, encabezó la inauguración, destacando el honor de recibir a los lhima’alh’ama’ y sus ceremonias, reafirmando al museo como un espacio que celebra no solo las evidencias arqueológicas, sino también las manifestaciones culturales de los pueblos vivos.

El Santoro tepehua no se limita a un par de días, sino que es una celebración que comienza la madrugada del 17 de septiembre con un repique de campanas. Según explicó el profesor Basilio Sánchez García, coordinador del grupo ritual, el tañido se repite cada quince días hasta la tercera semana de octubre, cuando se acelera a cada tercer día, culminando los días 1 y 2 de noviembre con las campanas sonando todo el día en Pisaflores.

Durante este periodo, las familias se preparan reuniendo todo lo necesario para la festividad, desde ropa y calzado hasta especias, aguardiente y la elaboración de un altar temporal y exclusivo.

1 de noviembre: Dedicado a las ánimas de las y los niños. Se ofrendan guisos no picosos, dulces de calabaza, tubérculos, dulces, refrescos y todo aquello que se cree era de su gusto.
2 de noviembre: Consagrado a las ánimas de los adultos.
Los altares se decoran con arcos de madera adornados con palmas camedor, cempasúchil y mano de león, de donde penden frutas y pan de muerto con forma de muñecos. El aroma a copal impregna el ambiente mientras las mujeres colocan las ofrendas al amanecer.

El 2 de noviembre, los pisafloreños visitan a sus padrinos o «papás de costumbre», llevando canastas con pan y cubetas con mole, refrescos o cartones de cerveza, y los ahijados reciben obsequios.

Posteriormente, la comunidad acude al panteón. Ahí, las tumbas se adornan con coronas coloridas e imágenes de santos. La comida y las frutas se dejan sobre los sepulcros, mientras se riega el área con cerveza, aguardiente o refresco, creando una convivencia entre vivos y muertos. Todo esto es amenizado por tríos de huapangos o bandas de viento.

El profesor Sánchez García concluyó destacando la importancia de esta tradición, que se inculca a los niños desde pequeños, ya que, «Según la tradición tepehua, a las personas que no se dignan a recordar y a ofrendar a sus muertos, algo malo les puede suceder».