15 Ago 2025
Cuando el hijo, Enrique de la Madrid llegó un par de veces a Orizaba en busca de la candidatura presidencial, un par de veces platiqué con él y creo le conté cuando vi a su padre en Madrid. Va:
“A Miguel de la Madrid le conocí una vez en España. Era el año 2003, había dejado de ser presidente hacia 15 años, dos sexenios y medio. Esa vez quien esto escribe merodeaba por la madrileña Universidad Complutense, cuyo lema es: ‘la libertad ilumina a todas las cosas’. El rector Garrigues caminaba entre esos pasillos y, al escuchar el acentito muy nuestro, me invitó a una conferencia que dictaba al otro día el expresidente mexicano, ‘tu paisano’, dijo. Suelen los políticos mexicanos tirar mejores cosas en el extranjero, y me apunté. Era gratis, y si bien nos iba nos tratarían como acarreados a mítines de campaña, con chesco y torta. No recuerdo si fue en el aula Ortega y Gasset o en alguna aledaña, pero allí me tenéis al otro día escuchando a De la Madrid en esa prestigiosa universidad. En esos ciclos de conferencias que ofertaba la Complutense, el moderador lo era otro expresidente hispano, de Colombia, Ernesto Samper. Era un salón chico y no rebasábamos los 60 en esa aula. Hacía mucho que no regresaba a la escuela, desde que en tiempos inmemoriales de la secundaria oficial el maestro de matemáticas de mi pueblo nos tiraba a la cabeza el borrador a velocidad de 90 millas, con ganas de descalabrarnos o liquidarnos. Gacho.
A ratos la conferencia aburría y daba hueva. Yo ya quería irme de marcha a Puerta de Sol, al café Europa, donde suelo merodear. Hacía tiempo había dejado de ser presidente de México, por lo cual el verlo era para conocer algún panorama de política internacional. De la Madrid traía una bronca fenomenal con Roberto Madrazo, ya ven ustedes que Madrazo se peleaba hasta con su sombra. No recuerdo bien porque era esa bronca, pero cuando se abrieron las preguntas y respuestas le tiré un ‘scrawball’ directo al corazón de ese pleito. Cabeceó como Jared Borguetti en sus tiempos del Santos, habrá dicho y a este pinche mexicanito quién lo invitó. Un venezolano, que estaba al lado en la misma conferencia, estudiante de su país, me dijo: “¡Qué vaina le has tirado, chico!”.
La verdad ni recuerdo qué carajos le pregunté. Los años hacen que la memoria languidezca y el huamachito no florezca. Al término, como toda gente civilizada, pasé a saludarlo y platicar un poco con él, lamenté no haber llevado mi cámara fotográfica y tomarme una foto con ellos. Iba, me dijo, a Toledo, porque cada vez que llegaba a Madrid, como todos los turistas que llegan a esa capital, hay que abordar el tren AVE (acrónimo de Alta Velocidad Española) y darse una escapada a esa Comunidad de Castilla la Mancha, donde te hartas de ver cosas bellas en esa cuna de las tres culturas: judía, cristiana y musulmana, al pie del rio Tajo, Patrimonio Cultural de la Humanidad. Saludé también a doña Paloma Cordero de la Madrid, su esposa, expresidenta del Desarrollo Integral de la Familia nacional, una mujer muy discreta, delgada, casi sin plática, pegada a su lado siempre, llevándole del brazo hasta que abordaron el auto que los llevaría al otro sitio”.
Esta es opinión personal del columnista