23 de Enero de 2025 | 23:29
INICIO    ESTATAL    NACIONAL    INTERNACIONAL    NOTA ROJA    XALAPA    POZA RICA    CULTURA    VIRAL   
Elon Musk: El magnate que redefine el poder en la era tecnológica
DAVID VALLEJO
CÓDIGOS DEL PODER

23 Ene 2025

Hace poco más de una década, los políticos moldeaban el destino de las naciones, construyendo futuros con discursos llenos de promesas grandilocuentes. Hoy, esa narrativa se está resquebrajando. La verdadera influencia se encuentra en manos de los arquitectos tecnológicos, individuos capaces de transformar industrias enteras con ideas que antes solo cabían en la ciencia ficción. Elon Musk, magnate, tecnólogo y figura polarizante, encarna esta transición. Lanza cohetes, fabrica autos eléctricos y está reescribiendo las reglas del juego global mientras su influencia política y económica crece a niveles sin precedentes. Musk es más que un empresario; es una fuerza disruptiva que nos obliga a replantear cómo la tecnología irrumpe en la política y redefine el poder.


Elon Reeve Musk nació en Pretoria, Sudáfrica, en 1971, un lugar y una época que parecían poco propicios para un niño obsesionado con la tecnología. Introvertido y poco popular entre sus compañeros de clase, sufrió acoso constante que lo dejó inconsciente en más de una ocasión. Mientras el mundo lo ignoraba o agredía, Musk devoraba libros como otros niños comían caramelos. A los 12 años creó y vendió su primer videojuego, llamado Blastar. Ese acto precoz fue una señal temprana de su mente visionaria y su capacidad para crear. Consciente de que Sudáfrica resultaba demasiado pequeña para sus ambiciones, Musk emigró primero a Canadá y después a Estados Unidos, donde finalmente encontró el ecosistema que necesitaba para dar vida a sus ideas.


La genialidad de Musk radica en su habilidad para identificar problemas globales y diseñar soluciones radicales. Tesla revolucionó la industria automotriz al demostrar que los autos eléctricos podían ser tan deseables como un deportivo de lujo. SpaceX transformó la exploración espacial al reducir costos y soñar con colonizar Marte. Neuralink y su ambición de conectar cerebros humanos con máquinas parecen sacados de un episodio de Black Mirror. Musk imagina futuros extraordinarios y los construye mientras se posiciona como la figura más influyente de la tecnología contemporánea. Su influencia trasciende los negocios y está moldeando la política de manera silenciosa, sin votos ni partidos, con una combinación de genialidad, poder económico y manejo magistral de las narrativas.


Su relación con Donald Trump es un ejemplo perfecto de su habilidad para moverse en los círculos del poder. Musk y Trump representan extremos opuestos en temas como el cambio climático, pero eso no impidió que Musk integrara los consejos empresariales de Trump durante su presidencia. Fue un matrimonio pragmático. Musk utilizó su acceso a la Casa Blanca para impulsar beneficios para Tesla y SpaceX, como subsidios o la eliminación de barreras regulatorias. Al mismo tiempo, se distanció de Trump en momentos estratégicos, como cuando se retiró de dichos consejos tras la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París. Este malabarismo político le permitió empujar su agenda sin perder su imagen progresista ante la opinión pública.


La tecnología irrumpe en la política y la transforma de manera irreversible. La adquisición de Twitter (rebautizado como “X”) por Musk es un ejemplo perfecto de cómo la tecnología y la política están cada vez más entrelazadas. Musk compró un megáfono global. Desde la compra, ha utilizado la plataforma para moldear el discurso público, promoviendo teorías tecnológicas y mensajes que influyen en mercados y conflictos geopolíticos. En el caso de Ucrania, Musk condicionó el uso de Starlink, su sistema de internet satelital, mostrando cómo un empresario puede tener más poder estratégico que muchas naciones. Este tipo de influencia, inusual para alguien ajeno a la política, plantea serias preguntas sobre los límites entre la innovación tecnológica y el poder.


Las controversias han sido una constante en su trayectoria. Desde el famoso tuit en 2018 donde afirmó tener fondos asegurados para privatizar Tesla (lo que le costó una multa millonaria y la renuncia a la presidencia de su consejo), hasta su explosiva declaración en Twitter sobre el golpe de Estado en Bolivia y el litio (“¡Daremos un golpe a quien queramos! Acéptenlo”). Musk ha demostrado que su genialidad no siempre está acompañada de prudencia. Sus acciones generan impactos que van desde la caída de las acciones de Tesla tras fumar marihuana en un podcast, hasta fluctuaciones masivas en los mercados de criptomonedas por un solo tuit.


Musk es un genio y un síntoma de los tiempos. Su figura concentra lo mejor y lo peor de nuestra era: la capacidad de imaginar un futuro extraordinario y el riesgo de depositar ese futuro en manos de una sola persona. Sus ambiciones son tan grandes como su ego, y sus logros, innegables. Su creciente influencia plantea preguntas fundamentales sobre el poder, la responsabilidad y los límites. ¿Estamos listos para vivir en un mundo donde los arquitectos tecnológicos dictan las reglas, muchas veces por encima de los gobiernos?


El legado de Elon Musk está transformando nuestra comprensión de lo que significa el poder en el siglo XXI. Su historia es la de una época donde la tecnología, la política y la economía convergen de formas que desafían nuestra capacidad de control. Definitivamente no es ni Tony Stark ni un villano de película de Bond. Más allá de la fascinación que despierta su figura, el verdadero desafío será aprender a equilibrar su influencia y asegurarnos de que el futuro que construyamos dependa del esfuerzo colectivo por un mundo más justo y sostenible. !!!Oraleee!!! 


Hasta la vista baby. 


Placeres culposos: Bills vs Chiefs. En el cine el hombre lobo y Emilia Pérez (por puro morbo).


Chocolate abuelita para Greis y Alo