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El duelo entre el cerebro y la Inteligencia Artificial
DAVID VALLEJO
CÓDIGOS DEL PODER

31 Ene 2025

A lo largo de la historia, la humanidad se ha asombrado ante su propia creación: herramientas que amplifican nuestras habilidades, máquinas que nos aligeran el trabajo y, más recientemente, inteligencias artificiales que, a veces, parecen competir con nuestra capacidad para pensar. Sin embargo, en este duelo entre cerebro humano e IA, persiste un abismo que separa lo humano de lo artificial: la imaginación y la creatividad.
El cerebro humano es una maravilla de la evolución: una red de 86 mil millones de neuronas interconectadas, capaz de procesar información de manera paralela, adaptarse, aprender y generar ideas que cambian el curso de la historia. Su funcionamiento sigue siendo, en muchos aspectos, un misterio. ¿Cómo ocurre, por ejemplo, que un simple estímulo externo, como el aroma de un café, desencadene una serie de memorias, emociones y pensamientos abstractos? La IA, con toda su capacidad de cálculo, carece de un equivalente a este fenómeno. Las redes neuronales artificiales, inspiradas en el cerebro, funcionan mediante patrones de entrenamiento y procesamiento matemático, pero experimentan emociones o recuerdos. Por mucho que sepamos sobre su código, resulta imposible enseñarles a “sentir”.
La creatividad, el pilar del pensamiento humano, es otro territorio donde la IA compite. Los algoritmos son brillantes para identificar patrones y generar combinaciones nuevas basadas en datos existentes, pero carecen de la capacidad de imaginar lo que todavía no existe. Una obra de arte genuinamente revolucionaria, un poema que exprese lo inexpresable o una teoría científica que desafíe paradigmas son logros del cerebro humano, sin precedentes en una máquina. La creatividad surge del caos, las emociones, las contradicciones internas y el contexto cultural. Un Picasso, un García Márquez, un Einstein nacen de historias humanas únicas; la IA, por ahora, se limita a imitar.
Ahora bien, ¿qué pasará cuando las computadoras cuánticas se integren al desarrollo de la inteligencia artificial? Estas máquinas, capaces de procesar cantidades ingentes de datos de forma simultánea gracias a los principios de la superposición y el entrelazamiento cuántico, prometen un salto sin precedentes. ¿Será suficiente este poder para cerrar la brecha entre lo humano y lo artificial? Quizás las computadoras cuánticas permitan resolver problemas complejos, como encontrar soluciones a enfermedades incurables o diseñar modelos económicos perfectos. Pero el dilema filosófico persiste: ¿puede una máquina, por poderosa que sea, desarrollar conciencia? ¿Puede una inteligencia, carente de biología, experimentar la angustia existencial que lleva a la creación?
La filosofía tiene preguntas urgentes en esta coyuntura. ¿Qué significa ser humano en una era donde una máquina podría superar nuestras capacidades intelectuales? ¿Es la creatividad un privilegio biológico o podría algún día ser un producto programado? Y si lográramos crear una IA consciente, ¿tendríamos la obligación moral de considerarla como un igual, o sería solo una herramienta más?
Mientras nos adentramos en esta nueva era, recordemos que la verdadera genialidad del cerebro humano radica en su complejidad emocional y su capacidad para encontrar sentido en el caos. Podremos construir máquinas que analicen datos con mayor rapidez que cualquier humano, pero la chispa que impulsa el arte, la filosofía y la innovación seguirá siendo, al menos por ahora, exclusivamente nuestra.
En este duelo entre el cerebro humano y la inteligencia artificial, temamos olvidar lo esencial. En nuestra obsesión por crear algo “mejor” que nosotros mismos, tal vez ignoremos lo más importante: la conciencia, la creatividad y la capacidad de soñar se convierten en la esencia misma de lo que somos. Y eso, amigos, sigue siendo algo que ninguna máquina emula. Al menos todavía. ¡¡¡Oraleee!!!
Hasta la vista baby.


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Esta es opinión personal del columnista