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DAVID VALLEJO CÓDIGOS DEL PODER |
05 Mar 2025
Luego de hablar de la singularidad, mi suegro me sugirió que explicara qué es la inteligencia artificial y la física cuántica. Me pareció una idea brillante, porque son conceptos fundamentales para comprender el presente y el futuro. A veces damos por sentado que todos entienden estos términos, cuando en realidad su complejidad puede hacer que muchos los vean como asuntos exclusivos de científicos o ingenieros. Así que, en atención a esta recomendación, decidí desarrollar esta columna.
Si alguna vez has visto una pelota rodar, un avión volar o la Luna girar alrededor de la Tierra, ya tienes una intuición de la física clásica. Es el mundo de Newton, donde las cosas tienen trayectorias definidas, el tiempo es absoluto y todo se comporta de manera predecible. En esta realidad, si pateas un balón con una cierta fuerza y dirección, puedes calcular exactamente dónde caerá.
Pero hay un mundo más extraño, más profundo, uno donde las reglas cambian por completo: la física cuántica. En este universo microscópico, las partículas pueden estar en dos lugares al mismo tiempo, teletransportarse, pasar a través de barreras sólidas e incluso cambiar su comportamiento solo porque alguien las está observando. La física cuántica es mucho más que teoría: está en la base de los láseres, los chips de las computadoras y las futuras computadoras cuánticas que revolucionarán la tecnología.
Uno de los experimentos más impactantes para entender este mundo es el experimento de la doble rendija. Si disparamos electrones a una barrera con dos ranuras, esperaríamos que pasen por una o por otra, como si fueran pequeñas pelotas. Pero, sorprendentemente, cuando no los observamos, los electrones se comportan como ondas y atraviesan ambas ranuras a la vez, creando un patrón de interferencia. Sin embargo, si colocamos un detector para ver por dónde pasa cada electrón, el patrón cambia y los electrones actúan como partículas individuales. Esto desafía nuestra intuición: el acto de observar cambia la realidad.
Aún más extraño es el concepto de entrelazamiento cuántico, descrito por Einstein como “espeluznante acción a distancia”. Dos partículas pueden estar entrelazadas de tal forma que, sin importar cuán separadas estén, un cambio en una afecta instantáneamente a la otra. Esto desafía nuestra percepción del espacio y el tiempo.
Pero si esto te sorprende, esperemos a ver cómo se traduce a la computación. En la tecnología tradicional, usamos un sistema binario, donde la información se almacena en bits, que pueden ser un 1 o un 0, como un interruptor que está encendido o apagado. Toda la información digital que usamos hoy, desde los mensajes de texto hasta los videos en streaming, se basa en esta lógica binaria.
La computación cuántica, en cambio, introduce los qubits, que pueden ser 1, 0 o ambos al mismo tiempo gracias a un fenómeno llamado superposición. Imagínate un volado: en la computación clásica, la moneda estaría en cara o cruz. Pero en la computación cuántica, mientras no la mires, la moneda está girando y es cara y cruz al mismo tiempo. Esta capacidad multiplica exponencialmente el poder de procesamiento.
Y aquí entra otro concepto fundamental: la inteligencia artificial (IA). Si la física clásica explica el mundo tangible y la cuántica el mundo subatómico, la IA permite usar estos conocimientos para procesar y entender la información a escalas inhumanas. La IA es mucho más que un robot parlante o un algoritmo que recomienda series en Netflix; es una red de cálculo que aprende y mejora con la experiencia, optimizando desde diagnósticos médicos hasta el diseño de nuevos materiales cuánticos.
Hoy, estas tres disciplinas se están entrelazando de maneras extraordinarias. La IA está ayudando a resolver problemas de física cuántica que los humanos tardaríamos siglos en calcular. A su vez, la computación cuántica promete potenciar la IA a niveles inconcebibles, permitiendo simulaciones más precisas y resolviendo problemas antes imposibles. En pocas palabras, la ciencia clásica nos dio el mundo industrial, la cuántica está llevando a la era digital avanzada, y la IA está decidiendo cómo conectar ambas para construir el futuro.
Entender estas ideas es la clave para comprender hacia dónde va el mundo, por qué la realidad es más extraña de lo que parece y cómo la tecnología está transformando nuestras vidas en tiempo real. Pero para que estos conceptos sean accesibles, necesitamos una revolución en la divulgación científica.
El verdadero reto es cambiar la mentalidad de cómo enseñamos ciencia: haciéndola más visual, experimental y emocionante.
Mientras más comprendamos estos conceptos, más preparados estaremos para aprovechar el futuro. Hoy, la cuántica es mucho más que teoría, la IA es mucho más que ciencia ficción, y la física clásica sigue siendo la base. Las tres están tejiendo el futuro mientras hablamos. Y el futuro, querido lector, ya está aquí. ¿Voy bien o me regreso? Nos leemos pronto si el determinismo lo permite.
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Si fuéramos bits en un mundo clásico, seríamos un simple 1 o 0, separados por certezas. Pero en este universo cuántico, somos qubits en superposición: somos todo y nada a la vez, entrelazados más allá del espacio y el tiempo, como si el destino hubiera decidido que, sin importar la distancia, lo que le pase a uno, le pase al otro.
Por estos motivos eres mi qubit favorito, contigo mi vida está en superposición entre el caos y la maravilla. Dicho de otra manera, te amo hasta el infinito a lo largo, a lo ancho, en todo lugar, en todas partes.
Esta es opinión personal del columnista