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La vida es bella
DAVID VALLEJO
CÓDIGOS DEL PODER

23 Mar 2025

Si alguna vez te has detenido a contemplar el cielo en una noche clara, si has sentido el viento en la piel como un susurro antiguo, si has reído sin razón aparente o has llorado ante la belleza de una canción, entonces ya lo sabes: la vida es un milagro imposible, una casualidad cósmica vestida de eternidad. Somos el eco de estrellas que murieron hace millones de años, el resultado de encuentros fortuitos, de decisiones minúsculas que desencadenaron universos enteros. Existir es la mayor improbabilidad del cosmos, y aquí estamos, respirando, sintiendo, asombrándonos. Y solo por eso, la vida es bella.


 


A veces me gusta imaginar qué pensarían sobre la vida quienes desafiaron los límites de la razón, el arte y la ciencia. ¿Qué dirían si pudiéramos sentar en una misma mesa a los más grandes genios de la historia? Una sobremesa bajo las estrellas: Sócrates y Da Vinci, Newton y Beethoven, Einstein, Borges, Tesla, Nietzsche, Darwin, Hawking. Sin protocolo, solo vino, tiempo y un asombro compartido.


 


Sócrates, con su calma provocadora, juega con su copa y suelta: “Tal vez la vida es bella porque desconocemos qué demonios es”. Da Vinci, que ha estado dibujando con el dedo sobre la mesa, asiente: “O porque nos obliga a buscar belleza incluso en el caos”.


Newton levanta la vista como si calculara el ángulo de la luna y murmura: “Descubrí leyes que rigen los cuerpos, pero aún me asombra la fuerza invisible que nos hace mirar el atardecer en silencio”.


Beethoven sonríe, aunque no oye nada. En su mente suena una sinfonía que nadie más conoce. “La vida es música que se siente en el alma”.


Einstein, despeinado como siempre, observa el vino girar en su copa. "El tiempo es relativo, pero hay instantes tan bellos que parecen eternos”.


Borges, desde la esquina, lee un libro que aún se ha escrito. “La vida es bella porque está hecha de ficciones que creemos verdaderas”.


Tesla interrumpe, absorto en un pensamiento eléctrico: “Es energía en movimiento, luz atrapada en forma humana”.


Nietzsche ríe por lo bajo: “La vida resulta bella para quienes se atreven a bailar con el abismo”.


Darwin levanta su copa: “Brindo por cada improbable instante que nos trajo hasta aquí”.


Hawking, con esa mirada que abarcaba el universo, apenas susurra: “Somos conciencia flotando entre estrellas que prescinden de nosotros, y aquí estamos”.


 


Y mientras ellos se expresan, uno entiende que la vida prescinde de grandes teorías para justificarse. Porque la vida es más que una idea; es cada instante que pasa inadvertido. Es todo lo que podemos ver, tocar, oler, sentir y descubrir. Es abrir los ojos y enfrentarse al mundo con su caos y su perfección. Es un concierto sin partituras, una pintura inacabada que cambia con cada respiración.


 


Somos la consecuencia de todo lo que alguna vez ocurrió. Para que estés aquí, miles de generaciones tuvieron que encontrarse, sobrevivir a guerras y plagas, tomar decisiones sin saber que, siglos después, su eco llegaría hasta ti. Si una sola de ellas hubiera sido distinta, tal vez tu existencia sería otra. Y aquí estás.


 


¿Qué hacer con este milagro? Sentirlo todo. Sentir el frío de la madrugada en la piel, el calor de una taza de café en las manos, el estruendo de una tormenta que sacude los cristales. Sentir la nostalgia en una canción que nos devuelve a un momento perdido, la euforia en un reencuentro inesperado, la dulzura de una voz que nos llama por nuestro nombre.


 


Mirar con los ojos del que sabe que todo es finito. Mirar los reflejos dorados del sol en una ventana, el movimiento sutil de las nubes que siempre cambian, la profundidad de una mirada que nos hace olvidar que hay un mundo más allá.


 


Tocar la textura de un libro que ha pasado por muchas manos, la madera de una mesa que ha escuchado historias, la piel de alguien que amamos. Tocar la vida con la urgencia de quien sabe que cada caricia es irrepetible.


 


Escuchar el sonido del mar devorando la orilla, el viento silbando entre los árboles, la risa de un niño, el silencio cargado de significado en una despedida, una armónica que evoca la melancolía de un amor que se desvaneció entre sus notas.


 


Oler la primera lluvia del año, el perfume de un abrazo que queremos retener, el aroma de la tierra que nos recuerda que venimos de ella y que un día volveremos a ser parte de su historia.


 


Y, sobre todo, vivir. Vivir sabiendo que las coincidencias son pequeños milagros disfrazados de casualidad, que los encuentros pueden cambiar el curso de una vida entera. Vivir con la certeza de que el universo es demasiado vasto y el tiempo demasiado breve como para desperdiciar un solo segundo en la indiferencia.


 


La vida es bella por lo que somos capaces de ver en ella. Nos obliga a apresurarnos a amar, a crear, a descubrir, a aprender. En su inmensidad cósmica, en su absurda casualidad, nos regala la conciencia de que existimos.


 


Por favor recuérdenle a sus seres queridos que la vida no es perfecta, pero que su imperfección es parte de su magia. Díganles que cada uno de ellos es una improbabilidad hecha carne y latido. Díganles que, incluso en los días más oscuros, la vida es bella. Que busquen la felicidad en el instante donde su corazón late y su mente sueña.


 


Y cuando les pregunten por qué la vida es bella, solo sonrían y respondan: “Porque estás aquí.”


 


¿Voy bien o me regreso? Nos leemos pronto.


 


Placeres culposos:


Volver a leer tu libro favorito o hojear un álbum de fotos para reencontrarse con miradas que nos moldearon, con abrazos detenidos en el pasado, con rostros que amamos y que, de algún modo, siguen aquí, inmortales entre las páginas.


 


Playlist para la ocasión:


Louis Armstrong, What a Wonderful World; The Beatles, Here Comes the Sun; Israel Kamakawiwo’ole, Somewhere Over the Rainbow; Queen, Don’t Stop Me Now; USA for Africa, We Are the World; Bobby McFerrin, Don’t Worry, Be Happy; Elton John, Your Song; U2, Beautiful Day; Coldplay, Viva La Vida; Frank Sinatra, Fly Me to the Moon; Ludwig van Beethoven, Ode to Joy; Bill Withers, Lovely Day; George Harrison, My Sweet Lord; Joe Cocker, You Are So Beautiful; Journey, Don’t Stop Believin’; John Lennon, Imagine; Bob Dylan, Blowin’ in the Wind; REM, Man on the Moon; Mexicanto, Coincidir; Gracias a la vida, Mercedes Sosa; y Joaquín Sabina, Peces de ciudad.


Un ramo de estrellas para Greis y Alo.


Esta es opinión personal del columnista