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La Virgen de Guadalupe, una historia de un culto sin fronteras: INAH
Aunque su culto tomó fuerza a mediados del siglo XVII en tierras novohispanas, su imagen se esparció por el mundo a través de la reproducción masiva de la tilma original.

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Noreste | Ciudad de México. | 17 Jul 2025 - 09:40hrs

La Virgen de Guadalupe, cuyo origen se remonta a su aparición en 1531 en la capital de la Nueva España, trascendió las fronteras de América para convertirse en la primera manifestación mariana con un alcance verdaderamente global. Aunque su culto tomó fuerza a mediados del siglo XVII en tierras novohispanas, su imagen se esparció por el mundo a través de la reproducción masiva de la tilma original.

Este fenómeno de difusión es el tema central de la exposición «Tan cerca, tan lejos. Guadalupe de México en España», que se presenta en el prestigioso Museo del Prado en España hasta el 14 de septiembre de 2025. La curaduría de esta notable muestra corrió a cargo de la investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Paula Mues Orts, y el experto de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Jaime Cuadriello Aguilar.

En territorio ibérico, se estima que existen más de un millar de piezas de la Guadalupana, de diversa factura. La exposición en Madrid reúne un selecto conjunto de aproximadamente 70 de estas obras, que ejemplifican las innumerables copias que fueron llevadas por españoles peninsulares y americanos devotos de la Virgen del Tepeyac.

La Virgen de Guadalupe posee un estatus singular como una mariografía que, según la tradición, se materializó en una manta de algodón, siendo por lo tanto «acheropita» –no realizada por mano humana. Esta característica motivó que, en 1666, el Cabildo de la Catedral de México promoviera una inspección por parte de pintores criollos para determinar su materialidad y así poder crear copias fidedignas que difundieran su imagen.

«Hablamos de la imagen mariana más repartida en el orbe, porque la Nueva España estaba al centro del sistema global imperante. Conectaba al archipiélago filipino, el territorio más remoto del Imperio español, con el Viejo Continente», explicó Paula Mues Orts.

La veneración de la Guadalupana no fue instantánea. Mues aclaró que «ganó adeptos conforme obró milagros». Ejemplos notables incluyen su intervención para mitigar la inundación de la Ciudad de México en 1629, cuando fue trasladada a la Catedral, o para curar la peste de 1736. Poco después, fue jurada patrona de la Nueva España, consolidándose como un símbolo de identidad para los novohispanos.

«Así fue como creció en representatividad, y en España se mandaron a hacer imágenes de ella por novohispanos. Asimismo, criollos fundaron una congregación en su honor en el Convento San Felipe el Real, en Madrid», añadió la investigadora.

Gracias al intenso comercio marítimo con el virreinato, especialmente a través del Galeón de Manila, la presencia de la Guadalupana se extendió por la región andaluza, alcanzando puertos como Sevilla y Cádiz. Su influencia también llegó al norte, en Cantabria, y otras provincias, arraigándose firmemente en el imaginario colectivo español, un aspecto crucial que la exposición destaca.

La especialista, quien junto a Jaime Cuadriello dedicó dos años a la curaduría de la muestra, señaló que el culto a la Virgen de Guadalupe siempre estuvo vinculado al Arzobispado de México, ya que fue ante esta instancia donde, por conducto del indígena Juan Diego, hizo su aparición.

Obras como Felicidad de México (1648) de Miguel Sánchez y el Nican mopohua («Aquí se cuenta»), un relato en náhuatl escrito un año después por el sacerdote Luis Lasso de la Vega, responsable del santuario del Tepeyac, fueron fundamentales para promover aún más su veneración y motivar la creación de copias de la imagen guadalupana.

La exposición abre con la copia más antigua conocida, que data de 1656 y fue realizada por el criollo José Juárez. Para su elaboración, se descorrieron los velos que ocultaban la tilma original. Posteriormente, una camarera de la virreina llevó este cuadro a España y lo donó al Convento de la Concepción en Ágreda, donde ella misma ingresó como monja.

A pesar del control arzobispal sobre su difusión, algunas fuentes indican que entre la población indígena de la Ciudad de México se realizaba una ceremonia específica para seleccionar al artista que reproduciría la imagen milagrosa, como fue el caso de Luis de Tejeda.

A finales del siglo XVII o principios del XVIII, el pintor mulato Juan Correa fue privilegiado con la tarea de realizar el primer calco. Para ello, se aplicó aceite a varias tiras de papel para hacerlas translúcidas, las cuales luego se colocaron sobre el lienzo guadalupano para trazar los contornos y los detalles más mínimos.

A partir de este primer calco, se realizaron otros facsímiles, lo que permitió una reproducción masiva de la imagen. Por lo tanto, concluyó Paula Mues, no es sorprendente que la Virgen de Guadalupe se transformara en un símbolo de identidad para la diversa sociedad novohispana y, en el alba del siglo siguiente, fuera adoptada como estandarte de su lucha independentista.