Isaac Carballo Paredes | Poza Rica, Ver. | 17 Oct 2025 - 12:48hrs
Con lágrimas en los ojos y el corazón roto, miles de familias en Poza Rica aún tratan de asimilar lo que vivieron durante la devastadora inundación que arrasó con todo a su paso. Las calles que antes estaban llenas de vida hoy son un reflejo del dolor y la pérdida; historias que quedarán grabadas para siempre en la memoria de quienes tuvieron que correr por sus vidas y ver cómo el esfuerzo de toda una vida se esfumaba bajo el agua.
Entre esas voces que claman por esperanza está la de la señora Belit Araiza, una madre de familia del sector Poza de Cuero, que aún tiembla al recordar aquella madrugada en la que el río se desbordó. “Estoy viva gracias a Dios, mis hijos están bien y sanos”, dice con la voz entrecortada. “Estaba durmiendo con mis hijos y a las cinco de la mañana sonó el silbato de Pemex. Los vecinos nos gritaron: ‘¡Ahí viene el río!’. Agarré a mis hijos y salí corriendo. Así, con la ropa que traíamos, nos fuimos huyendo al cerro de la colonia Santa Emilia, pero el agua también llegó hasta allá. Mi casa se tapó por completo, fue pérdida total”.
A la tragedia se suma el testimonio de Oralia del Ángel, vecina de la colonia Lázaro Cárdenas, quien enfrenta la vida con una fortaleza admirable pese a padecer leucemia. Ella vivía en la calle Úrsulo Galván, una de las más afectadas por el desbordamiento del río Cazones. “Perdí todo con el agua, a nosotros nos llega el agua del arroyo y también la del río. Desde hace tres días estábamos monitoreando el nivel, y yo me pasé rezando toda la noche. Cuando vi que venía el agua, mi esposo me dijo que no saliéramos, pero el agua entró de golpe... solo alcanzamos a salir con lo que traíamos puesto. Nos quedamos sin nada”, relata con resignación.
Son historias que duelen, que reflejan la vulnerabilidad de un pueblo que lo ha perdido todo, pero que aún conserva lo más valioso: la vida. En cada rincón de las colonias afectadas hay testimonios de fe, de miedo y de esperanza, donde el consuelo llega en abrazos entre desconocidos y en el apoyo de quienes aún creen que Poza Rica puede levantarse.
Hoy, mientras el sol seca el lodo y deja al descubierto las heridas del desastre, las familias esperan la mano solidaria que les permita empezar de nuevo. Porque más allá de los daños materiales, quedó una lección que nadie olvidará y que para ellos es que la fuerza del agua puede arrasar con todo, menos con el espíritu de quienes se niegan a rendirse.