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Barbies inteligentes
DAVID VALLEJO
CÓDIGOS DEL PODER

09 Jul 2025

Hubo un tiempo en que los juguetes eran de madera, de trapo o de lata. En los ochenta jugábamos con luchadores de plástico sin articulaciones. Algunos afortunados tenían figuras de Star Wars. Antes fueron los trompos, los yoyos, las resorteras. No hablaban, no se movían por sí solos, mucho menos respondían preguntas sobre el sistema solar. Y, sin embargo, bastaban para que un niño construyera con la fuerza de su imaginación universos enteros.


Hoy, una nueva era se aproxima: Mattel y OpenAI han anunciado una alianza que promete revolucionar la industria del juguete, integrando la tecnología conversacional de ChatGPT a productos como Barbie, Hot Wheels y Polly Pocket. La promesa: juguetes que hablan, responden e improvisan.


En el centro de esta colaboración está una idea que ha fascinado a pedagogos y futuristas por igual: la de un juguete que no solo entretenga, sino que también estimule, escuche, enseñe. Una Barbie capaz de sostener una conversación sobre física o de contar cuentos según el estado emocional del niño parece salida de una novela de ciencia ficción… y sin embargo está cada vez más cerca.


Mattel ya confirmó que, antes de terminar 2025, lanzará su primer juguete con inteligencia artificial integrada, probablemente dirigido a mayores de trece años. No es la primera vez que lo intenta. En 2015, la “Hello Barbie”, que grababa y procesaba voz en la nube, provocó polémica por temas de privacidad. Esta vez, la diferencia radica en la sofisticación del modelo de lenguaje detrás: ChatGPT, con respuestas fluidas, contextuales y adaptables. En teoría, una muñeca con personalidad.


La apuesta es ambiciosa. Si funciona, podría redefinir el papel de los juguetes como acompañantes del desarrollo cognitivo y emocional. Una muñeca que ayude con tareas escolares, que converse sobre emociones, que motive con historias o que apoye en la práctica de idiomas no sería solo un producto de entretenimiento: sería una interfaz emocional, educativa y tecnológica.


Pero como todo salto que toca la infancia, este avance trae consigo dilemas. ¿Qué ocurre si el juguete responde con un error factual, una interpretación inapropiada o una alucinación lingüística? ¿Qué pasa si el niño forma un vínculo emocional profundo con una entidad que carece de conciencia o afecto real? ¿Qué implica permitir que un algoritmo diseñado por adultos converse íntimamente con una mente en formación?


Expertos en desarrollo infantil advierten que un juguete conversacional puede ser extraordinario, pero jamás debería reemplazar los pilares fundamentales de la crianza: la imaginación libre, el juego simbólico no dirigido, el vínculo humano. Un juguete que responde todo podría debilitar la capacidad de preguntar. Uno que siempre dice lo que el niño quiere escuchar podría fomentar una emocionalidad narcisista, desconectada del límite y del otro.


Y sin embargo, rechazar el avance sería un error. Así como en su momento los libros ilustrados, los videojuegos o los programas infantiles provocaron temores y luego encontraron equilibrio, es probable que esta nueva generación de juguetes, si es bien diseñada, regulada y acompañada, abra puertas fascinantes para el aprendizaje y la creatividad.


La clave está en el cómo. Si la “Barbie inteligente” se convierte en una asistente lúdica que complementa el juego libre, puede ser una aliada poderosa de la educación personalizada. Pero si se transforma en sustituto afectivo, en confidente autónoma, en refugio exclusivo del mundo real, estaríamos creando no una herramienta, sino un espejismo.


La historia de los juguetes es también la historia de nuestra relación con la infancia, con el asombro, con la ficción. El desafío de hoy es construir juguetes que no solo hablen, sino que enseñen a escuchar; que no solo brillen con algoritmos, sino que enciendan la chispa interior de imaginar.


¿Voy bien o me regreso? Nos leemos pronto, si la IA lo permite.


Placeres culposos: Jurassic Park en el cine y pronto Superman. 


Lirios de agua para Greis y Alo.


Esta es opinión personal del columnista