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Con información de Milenio | Estados Unidos. | 14 Ago 2025 - 12:50hrs
En días recientes, un video se hizo viral mostrar supuestamente a una orca atacando a su entrenadora, Jessica Radcliffe, durante un espectáculo en el ficticio “Pacific Blue Marine Park”. La escena, generada con inteligencia artificial, fue tan realista que muchos la creyeron cierta.
Sin embargo, existen casos reales y trágicos. Uno de los más recordados es el de Tilikum, la estrella de SeaWorld, que marcó para siempre la discusión sobre el cautiverio de estos animales. Aquí te lo contamos.
Durante años, SeaWorld tuvo su propia estrella: una orca llamada Tilikum. Pesaba más de cinco toneladas y medía más de seis metros. Saltaba sobre la superficie como una criatura mitológica, giraba sobre su lomo y salpicaba a las primeras filas, que reían fascinadas. Los niños pedían fotos. Los padres aplaudían.
Sin embargo, nadie conocía su verdadero pasado. Tras las luces y las ovaciones, la realidad era mucho más siniestra.
Tilikum, la orca que atrajo a millones de personas a los espectáculos marinos, escondía una historia marcada por la violencia. Un historial de muerte que, durante años, fue minimizado por las empresas que lucraban con su imagen. Hasta que todo terminó frente al público, cuando arrastró a su entrenadora bajo el agua y la mató frente a decenas de testigos.
Ese episodio obligó a SeaWorld a rendir cuentas, y al mundo, a repensar la relación entre humanos y animales en cautiverio.
Una niña que quería nadar con orcas
Dawn Brancheau tenía apenas diez años cuando visitó por primera vez SeaWorld Ohio. Fue entonces cuando decidió que quería nadar con orcas. No fue una fantasía de infancia: fue una convicción. Lo repitió una y otra vez, hasta convertirlo en plan de vida.
Estudió psicología y comportamiento animal. Se preparó físicamente para soportar los entrenamientos, los buceos prolongados, los golpes involuntarios. Entró a trabajar en el parque Six Flags de Nueva Jersey, cuidando animales menores. Pasó por leones marinos, nutrias y delfines. Se ganó el respeto de sus colegas antes de acercarse siquiera a una orca.
En 1996 fue contratada como entrenadora en SeaWorld Orlando. Ahí, entre bastidores, aprendió a leer los comportamientos, las señales, las distancias seguras. A partir de entonces, su rostro se volvió parte de la imagen del parque. Era de las más queridas por el público. La que sonreía junto a las orcas, la que parecía hablarles sin palabras.
El ataque en plena función
El 24 de febrero de 2010, durante una presentación vespertina, Dawn realizaba la rutina final con Tilikum. El espectáculo estaba por concluir cuando la orca, sin previo aviso, la sujetó y la arrastró al fondo del estanque.
Testigos aseguran que fue tomada del brazo. El parque afirmó que fue del cabello. La discusión nunca se resolvió del todo, pero el resultado fue devastador. Tilikum la mantuvo sumergida mientras el personal intentaba intervenir. Cuando lograron recuperar su cuerpo, presentaba múltiples fracturas: mandíbula rota, costillas partidas, médula espinal seccionada. Su cuero cabelludo había sido arrancado.
Tenía 40 años. Murió frente al público, haciendo lo que había soñado desde niña.
Un animal con antecedentes
Tilikum no era una orca cualquiera. Fue capturado en 1983, cuando tenía apenas dos años, en las aguas de Islandia. Lo separaron de su grupo familiar y lo trasladaron al parque Sealand of the Pacific, en Canadá. Desde ese momento, su comportamiento fue impredecible.
En 1991, tres orcas de ese parque —incluido Tilikum— estuvieron involucradas en la muerte de una entrenadora. Keltie Byrne, de 20 años, cayó accidentalmente al estanque. Intentó salir a flote, pero las orcas la empujaron, la sumergieron y jugaron con su cuerpo sin permitir que fuera rescatada. Murió ahogada. Los directivos atribuyeron el incidente a un “accidente aislado”.
Tras esa tragedia, Sealand cerró sus puertas. Tilikum fue trasladado a SeaWorld Orlando. Allí se convirtió en un reproductor clave. Su tamaño lo hacía atractivo para la cría. Durante años participó en espectáculos, aunque con limitaciones: por su historial, era considerado impredecible.
En 1999, se reportó un segundo incidente. El cuerpo de Daniel Dukes, un joven que entró ilegalmente al parque durante la noche, fue encontrado sin vida sobre el lomo de Tilikum. La versión oficial fue que había muerto de hipotermia. El cuerpo presentaba marcas y heridas, pero el parque lo minimizó. Nunca hubo una investigación profunda.
Cuando ocurrió el ataque a Dawn, la historia de Tilikum ya tenía al menos tres muertes a cuestas.
Una vida entera bajo encierro
Durante sus más de 30 años en cautiverio, Tilikum vivió en tanques estrechos, aislado o junto a otras orcas con las que no compartía vínculos sociales. En libertad, estos cetáceos viven en grupos familiares estables, nadan más de 100 kilómetros al día y no han protagonizado ataques a humanos.
De acuerdo con especialistas en comportamiento animal, el encierro, el estrés y las rutinas repetitivas alteran su comportamiento. Algunos desarrollan úlceras, otros se vuelven agresivos. En el caso de Tilikum, la tensión acumulada estalló más de una vez.
El documental Blackfish, dirigido por Gabriela Cowperthwaite y estrenado en 2013, retrató ese trasfondo. Mostró los efectos del cautiverio, las condiciones del parque y el manejo de la tragedia. El filme fue un golpe mediático para SeaWorld. La empresa acusó al documental de manipular hechos, pero no logró revertir el cambio de percepción pública.
Las consecuencias para SeaWorld
Tras la muerte de Dawn, la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA) abrió una investigación. Concluyó que el parque había expuesto a su personal a riesgos evidentes y no había tomado medidas suficientes. Impuso una multa inicial de 75 mil dólares. SeaWorld apeló. Al final, la sanción fue reducida, pero el daño reputacional fue mayor.
Las visitas comenzaron a caer. Las protestas crecieron. Celebridades rompieron contratos y los patrocinadores se alejaron. En 2016, SeaWorld anunció el fin de su programa de crianza de orcas en cautiverio. También prometió dejar de realizar espectáculos con contacto directo entre entrenadores y cetáceos.
Tilikum murió el 6 de enero de 2017 a causa de una infección respiratoria. Tenía más de tres décadas viviendo en estanques de concreto y contaba aproximadamente 36 años, una edad cercana al límite de vida esperado para orcas machos en cautiverio.